
Salta – Noroeste Argentino
Dejamos a Cafayate atrás para continuar nuestra Expedición al noroeste argentino y llegamos a la ciudad de Salta, donde nos alojaremos tres noches.
En nuestro primer día, tendremos un tour por esta hermosa ciudad y disfrutaremos de la Peña Salteña. En el segundo día, ascenderemos por la Cuesta del Obispo y por la recta Tin Tin. Cruzaremos el Parque Nacional Los Cardones, que ampara especies tales como la vicuña, taruca o huemul del norte y alcanzaremos las nacientes de los Valles Calchaquíes. Llegamos a Cachi, un pueblito envuelto por serranías de todos los colores y el río Calchaquí. El Nevado de Cachi o «Blanco Peñón de la Soledad», cumbre siempre blanca que en uno de sus puntos alcanza los 6720 metros, otorga un marco especial al poblado que reúne a unos 6000 habitantes en todo el departamento. Luego de un día de recorrido, volvemos a la ciudad de Salta.
El nombre de la ciudad de Salta procede del nombre de la tribu indígena de los Salta, que habitaban allí cuando el español Hernando de Lerma fundó la ciudad en 1582 y que originalmente llamó Ciudad de San Felipe y Santiago del Lerma en el valle de Salta, provincia de Tucumán.
Luego de la primera guerra Calchaquí, en marzo de 1576, el virrey del Perú, tenía el objetivo de llevar a cabo su idea de que las provincias estuvieran conectadas de tal forma que se pudieran cuidar la una de la otra de levantamientos de tribus indígenas. Otras dos causas convencieron al virrey de la necesidad de fundar la ciudad de Salta. La primera de ellas era mitigar la fuerte resistencia que la tribu de los indios chiriguanos oponía al avance español desde el este de la nueva ciudad. La segunda causa fue la de crear un centro poblacional que fuera escala en las comunicaciones entre la ciudad de Lima, la capital virreinal, y la lejana Buenos Aires, ciudad cuya segunda fundación habían llevado a cabo los españoles en 1580 como entrada preferencial hacia el interior virreinal desde el Océano Atlántico.
En la ciudad, se pueden admirar los panoramas de los corredores urbanos de la calle Caseros hacia la Iglesia de San Francisco y el Convento de San Bernardo, el de la calle San Juan, hacia la Iglesia La Viña, y otros, donde la escala humana se mantiene y las vistas a los cerros, el cielo y el sol participan del paisaje urbano. La ciudad conserva aún la estructura original del Cabildo, y los vestigios de la historia transcurrida en sus muros. La Catedral Basílica de Salta, iniciada en 1858, es considerada uno de los templos más bellos de la Argentina. Cada septiembre, la Catedral salteña recibe a miles de los devotos del Señor y la Virgen del Milagro, patronos de Salta, a quienes una conmovedora historia les atribuye el prodigio de haber detenido los terremotos que asolaron la ciudad en 1693. Allí el Panteón de las Glorias del Norte guarda los restos del General Martín Miguel de Güemes, entre otros próceres nacionales.
Otro de los más destacados exponentes del patrimonio arquitectónico e histórico de la ciudad es, sin duda, la Iglesia y Convento de San Francisco, la torre que acompaña al templo es una de las más altas de Sudamérica, con 53 metros de altura. La localidad fue fundada en 1840 por Manuel Fernando de Aramburú, Coronel del Ejército Real, quien ejecutó la voluntad de su madre de ofrecer un santuario en el lugar a la Virgen del Rosario. Luego aumentaría su importancia y se separaría definitivamente de San Carlos al crearse el departamento en 1863.
Las peñas de Salta son un imperdible. En una noche se pueden probar los platos típicos –a base de maíz, condimentados con pimientos de los valles, carne de vaca y cordero- y conocer la cultura musical de buena parte del noroeste argentino. El clima es alegre y amable. Las cenas se acompañan con espectáculos en vivo con la presentación de músicos y bailarines.
Cuna de grandes compositores, Salta es un importante polo musical del país. En la zona de la antigua estación de trenes, en la calle Balcarce, se concentra buena parte de la oferta turística de peñas, junto a restaurantes y pubs. Aquí se privilegia brindar espectáculos típicos. Pero también hay otras peñas destacadas, más frecuentadas por los locales, en los alrededores de la ciudad. Aquí se observa la búsqueda de una nueva estética musical.
En todos los casos, primero se oye el rasguido de una guitarra, el repicar de un bombo. Luego la voz clara, potente, del cantor popular, las palmas de los bailarines y del público que acompañan los inicios y los intermedios de cada pieza, el taconeo de las botas de los gauchos durante el zapateo. La mirada se pierde entre el ir y venir de los bailarines, entre los pañuelos que se agitan con gracia por encima de las cabezas. Animarse a ensayar algunos pasos de baile, acompañar la velada con platos regionales y excelentes vinos salteños, liberar la risa y aguardar, sin apuro, al amanecer, son los condimentos que hacen de las noches salteñas una propuesta tan alegre como seductora.
Al despertar del tercer día, nos dirigimos a Iruya y le decimos hasta luego a la ciudad de Salta.
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